miércoles, 11 de abril de 2012

Recordamos, 25 años después, el hecho que fortaleció la democracia

"LA CASA ESTÁ EN ORDEN"

 

Escribe: Alfredo "Tico" Meli

 

La presidencia de Raúl Alfonsín fue, sin lugar a dudas, la que debió soportar, más que ninguna otra desde 1983 hasta la fecha, las apetencias de poder de los sectores que veían en la democracia reinstalada, el peligro de tener que rendir cuentas de actos de lesa humanidad, entre otras acciones que fueron consideradas como "traición a la patria".

 

Aquel domingo 12 de octubre de 1987, la ciudadanía amaneció conmocionada por el sobresalto que generó el acuartelamiento de sediciosos que la triste historia de aquellos días conoció como "Los Carapintadas", a la sazón hombres de uniforme de las Fuerzas Armadas que desconocieron la realidad de una democracia reinstalada para quedarse.

 

Los nombres no vienen al caso. Incluso es mejor olvidarlos. Si, conviene recordar que, como se ha repetido incansablemente, el mejor camino para conducir a una Nación, es a través de un gobierno elegido por la mayoría del pueblo. Alguna vez podrá surgir un sistema superior, pero desde los atenienses de hace 2500 años hasta nuestros días, sigue siendo lo mejor.

 

Las calles del país fueron ganadas por la gente. Y en la misma plaza mayor de cada ciudad donde antaño se buscó participar de los actos notables, los ciudadanos se juntaron para respaldar al presidente del país. Coincidieron en esos epicentros todas las banderías de la buena política en una armonía que, más allá de los refunfuños pasajeros, no se ha perdido.

 

Fue la Plaza de Mayo, en Buenos Aires, la misma que vivió el nacimiento de la patria dos siglos atrás, desde donde los argentinos, la mayoría de corazón democrático, escuchamos una frase que trascendió los tiempos y perdurará como símbolo de la firmeza con que se debe ejercer el poder gubernamental delegado a través del sufragio: "La casa está en orden".

 

Seguramente se dan hechos, aislados por cierto, donde la prepotencia y la sinrazón quieren sobresalir por encima de las mayorías. Es un tema de adultez cívica que los argentinos debemos ejercitar para que el "nunca más" sea realmente eso: el destierro de la fuerza como método de una minoría para doblegar a la razón o a la inteligencia.

 

La fecha, para el autor de esta nota, conlleva un sinsabor especial, pues mientras algunos querían matar a la democracia, él llevaba el cadáver de su padre al cementerio de la Chacarita. Horas después, la pena por la pérdida del ser querido era compartida con el regocijo de saber que en el país, la inmensa mayoría quería las libertades garantizadas por la Constitución.

 

A los protagonistas responsables de aquel acto de sedición, hoy más que nunca les cabo la célebre frase escrita por Domingo Faustino Sarmiento en la quebrada de El Zona cuando, huyendo al exilio en Chile en 1843, después que el caudillo Nazario Benavides lo censurara cerrándole el diario El Zonda, grabó en francés en un peñasco: "barbares ne peut pas tuer les idées", que traducida al español significa: "bárbaros, las ideas no se matan".

 

No es una fecha para festejar. Sólo celebremos el triunfo de la libertad con el agradecimiento perenne al presidente Alfonsín por haber llevado a buen puerto el barco de la Nación en una de las más graves tormentas vividas.

 

Fotografía: Presidencia de la Nación


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